El por qué de este blog

Siempre me gustó escribir, pero sin público pierde gracia. La escritura, como la música, es una labor íntima y personal, pero sólo alcanza su verdadera medida cuando se comparte con el otro. Cuando era niña, escribía para mi familia; en la universidad, para mis condiscípulos; en mi trabajo, para mis compañeros. Hoy he pensado que a partir de ahora voy a escribir para vosotros. Espero que lo disfrutéis.

17 mar 2011

Bolonia, o el final de la inocencia

Algunos días el genio me puede. Yo sé que no debo, pero de pronto me sale la vena quijotesca y arremeto contra lo que se me pone delante.

Lo de hoy ha sido por los exámenes de la UNED. Las notas han estado saliendo a lo largo de la última semana y la impresión unánime en los foros de alumnos es que se han endurecido significativamente los criterios de corrección. No es cuestión de una o dos asignaturas sino una impresión general. Podría ser casualidad y no le daría más importancia de no ser por la implantación del Plan Bolonia. Esta mañana una alumna explicaba en los foros de alumnos que al hablar con la profesora correspondiente para la revisión de su examen había recibido de la profesora una charla en el sentido de que no tenía mucho sentido que nos agarráramos a la licenciatura cuando no tenemos nivel para ello y que haríamos mejor en pasarnos a los grados.

Admitamos que el comentario se las trae, y que hay como para exasperar a cualquiera que se sienta concernido. Así que he mandado un comentario incendiario al foro que al final ha obligado al equipo docente a jurar por sus muertos que no existía conspiración judeomasónica para obligar a los alumnos de las licenciaturas en extinción a pasarse al plan de estudios nuevo, y ya que estaba he alertado al rector del estado de opinión entre profesores y alumnos, porque claramente hay algo aquí que no funciona como debe.

La cuestión es delicada. La UNED es un sitio curioso porque muchos de sus estudiantes son esencialmente vocacionales, gente que ya tiene su vida hecha y que quiere quitarse la espinita de los estudios que realmente hubiera querido hacer. En el caso de los estudiantes de Historia, que es lo que hago yo en mis ratos libres, esa tendencia es marcadísima. Además son un grupo gregario a la par que disperso, comunicativo dentro de la introspección que conlleva estudiar a distancia. A la gente le gusta aprender, le gusta ampliar materia, le gusta sentirse parte de un grupo de trabajo, comparte espontáneamente con los compañeros los trabajos o los apuntes que hacen, recomiendan libros, envían fotos de sus excursiones para que apreciemos las catedrales o las formaciones kársticas en un paisaje... ojalá en mi primera universidad hubiéramos tenido un grupo tan entregado a sus estudios como lo tenemos aquí. Es estimulante estudiar por la UNED.

La única pega, claro, es que la mayor parte de los estudiantes de la UNED trabajan, tienen familia, y todas esas obligaciones tan necesitadas de conciliación que nos complican la existencia y sin las cuales no seríamos felices. Y cada cual se interesa más por unas cosas que por otras, o le apetece profundizar en un tema concreto. Así que cada cual estudia a su ritmo, como en el poema de Marvell:

"A hundred years should go to praise
Thine eyes, and on thy forehead gaze;
Two hundred to adore each breast,
But thirty thousand to the rest;
An age at least to every part,
And the last age should show your heart.
For, lady, you deserve this state,
Nor would I love at lower rate."

Y en este feliz edén de estudio y compañerismo de repente aparecieron los Grados y destruyeron el paraíso. ¿Por qué? Porque el plan de estudios con el que empezamos se extingue, y para extinguirlo, como a Sócrates, le han dado cicuta, que es un veneno insidioso que te va durmiendo por partes. El año pasado implantaron el primer año, con lo que dejaron de dar clases de las asignaturas de primero de licenciatura, y se dio a los alumnos del plan antiguo dos años para aprobar esas asignaturas o pasarse al Grado. Este año se ha implantado segundo, y lo mismo. El año que viene desaparecerá tercero, y así hasta que se extinga la carrera antigua y sus estudiantes se licencien, si lo consiguen a tiempo, o salten veloces al nuevo plan antes de que les atrape la marea. Los que no quieran correr o se paren a mirar atrás quedarán, supongo, convertidos en estatua de sal.

Total, que los pobres licenciandos tienen dos opciones:

1) correr y aprobar las asignaturas que falten antes de que se termine la implantación del nuevo plan, lo cual implica que quedarnos adorando los ojos de la amada durante los cien años que menciona Marvell deviene materialmente imposible; o

2) mudarnos al plan nuevo y seguir a nuestro ritmo, y aquí es donde uno se encuentra con la sorpresa.  El nuevo plan de estudios parte la -hasta ahora unitaria- carrera de Historia en dos: Geografía e Historia por un lado, e Historia del Arte por el otro. Léase: si tenía media carrera hecha y me paso al Grado, dejo de tener media carrera para tener reconocidos dos cuartos de dos carreras diferentes. Como si no fuera lo suficientemente complicado sacar una carrera, me encontraría haciendo dos. No, gracias.  Por añadidura, el nuevo plan prácticamente suprime las asignaturas optativas, que para mí eran la sal de la vida porque son las que permiten especializarte en las materias que te gustan. Yo, que me he divertido haciendo un gran número de optativas por placer intelectual, me he topado con la tabla de convalidaciones, que me convalida tres asignaturas anuales por una misma cuatrimestral. Cuando lo ví pensé que debía ser broma, pero no.

Así que ahí estamos, entre la espada y el abismo, luchando con uñas y dientes para evitar pasarnos al Grado y desperdiciar la mitad del trabajo hecho en estos años. Como para que la profesora en cuestión venga y nos diga que nos pasemos al Grado porque no tenemos nivel para una licenciatura. Lo que nos faltaba por oír. Que somos unos inútiles y que nos juntemos con el resto de los inútiles, que en el Grado nos va a ir mejor. El mejor mensaje de excelencia universitaria que he tenido el placer de oír en muchos años.

Lástima de país, de verdad. Tan buenos cerebros que tiene y no consigue dar con un sistema para aprovecharlos como es debido.

Me subiría por las paredes, pero total para qué. Lo único que realmente puedo hacer es convenceros de que la excelencia es un nivel de exigencia personal. En el colegio y en mi primera carrera muchas veces aprendí más a pesar de mis profesores que gracias a ellos; en la vida profesional aprendí por puro sentido de la supervivencia; veo que en la segunda carrera vamos a tener que seguir la misma tónica. Pero si creéis que voy a rebajar mis estándares de calidad lo lleváis claro.  Por acabar con Marvell:

"Let us roll all our strength, and all
Our sweetness, up into one ball;
And tear our pleasures with rough strife
Thorough the iron gates of life.
Thus, though we cannot make our sun
Stand still, yet we will make him run."

9 mar 2011

Clorinda y la ciudad de las almas, o por qué estamos aquí

Llevaba tiempo pensando abrir este blog, pero que finalmente me decidíó fue la jornada de ayer. Día Internacional de la Mujer. Tanta gente comentando si sí o si no, y si convenía o no convenía celebrarlo. Confieso que me sorprendí respondiendo en facebook con respuestas bastante más largas que los comentarios originales, y de repente pensé que ya estaba bien de tener que reaccionar a los comentarios de los demás cuando podría estar dando mis propias opiniones de forma estructurada y dejarme de tonterías.

La verdad es que la Historia y el imaginario colectivo están llenos de mujeres excepcionales. Me ha costado decidirme por una como alter ego. Clorinda puede parecer un nombre cursi, pero todo tiene su razón de ser. Es uno de los grandes personajes de la Jerusalén Liberada de Tasso.

No recuerdo muy bien cómo llegué a conocer a Tasso. Siempre me ha gustado la épica (siempre fui enigmática, y epigramática, y ática y gramática y simbólica también, pero a los epítetos de Muñoz Seca hay que añadir sin falta el de épica), así que supongo que tras criarme con Ulises y Roldán era cuestión de tiempo que me tropezara con Tasso y Camoes, que son los grandes épicos del Renacimiento. Camoes está lleno de guiños a Virgilio, pero Tasso es puro heredero de la tradición medieval y sus héroes cruzados están llenos de carácter y de fallos muy humanos. En su obra salen algunos (no muchos) personajes femeninos, y de los que salen creo que Clorinda es de los pocos que no ha inspirado una ópera barroca, pobriña (si la tiene y lo sabéis, decídmelo, me haréis feliz!). Se trata de una joven cristiana criada por los musulmanes y que, vestida de hombre, defiende Jerusalén en las filas mahometanas. Apercibiéndola un día sin armadura, se enamora de ella el cruzado Tancredo, que después la matará sin saberlo tras una lucha encarnizada.

Clorinda está un poco desdibujada en mi memoria porque hace más diez años que no retomo la Jerusalén Liberada, pero ha quedado en mi mente como uno de los grandes prototipos de la doncella guerrera, la mujer disfrazada de hombre que triunfa en las labores fuera de su estereotipo hasta caer finalmente derrotada por el amor. En versiones menos drásticas de la historia, como el romance castellano, la muchacha recupera su identidad femenina ("Sáqueme la rueca, madre,/ que traigo ganas de hilar,/ que las armas y el caballo/ bien los supe manejar"), pero la pobre Clorinda fue a topar con un autor y un amante más radicales y perdió la vida en el intento. Sabía a lo que se exponía, ojo, dedicándose a las armas, pero al final siempre es quien más amas quien te hace más daño.

¿Por qué acordarme de Clorinda en el Día de la Mujer? A saber. Porque lucha en un mundo de hombres, ciertamente. Pero también porque para meterse en ese mundo de hombres tiene que renunciar a su identidad femenina, y acaba muriendo en el intento.

Si hay una cosa que me sublevó de veras en un artículo que leí ayer, no digo dónde porque total para qué, fue el argumento de que en el mundo de hoy la mujer es libre de elegir si dedicarse a ser madre y cuidar de sus hijos o bien dedicarse a su carrera y olvidarse de todo lo demás. Y me subleva porque soy mujer, y porque por mucha armadura que me ponga para salir a luchar todos los días, por debajo de la armadura sigo siendo mujer. Lo que no me impide tener cerebro, por lo demás. Algo hipertrofiado, lo admito, y demasiado ecléctico para todos los gustos, pero cerebro. Y una lengua más afilada que el acero de Damasco, también, cuando me decido a usarla, aunque con los civiles indefensos procuro refrenarme.

Así que no estoy segura de si éstos que opinan que tengo que elegir viven en mi mismo planeta o no. Tal y como yo lo veo, no tengo que elegir. Puedo elegir si quiero. Y lo digo casi con vergüenza porque tantas otras mujeres que no tienen la más mínima elección. Pero precisamente porque las otras no pueden elegir, tiene que haber de vez en cuando una doncella guerrera para recordar que las mujeres podemos hacer eso y más. Así que si Clorinda ha de luchar, luchará, y si cae en la batalla, pues así sea ("y si caigo, ¿qué es la vida?/ por perdida ya la di/ cuando el yugo del esclavo/ como un bravo/ sacudí"); pero morirá luchando para defender esa Jerusalén seguramente más celeste que terrena donde la gente no se reconozca como hombre o mujer, sino como alma pura, como individuo con derecho a realizarse por sí mismo, sin referencia a su nacimiento, su género, su estado civil, su ocupación o sus afectos.

Así que ahora ya sabéis quién es Clorinda, y dónde queda la ciudad de las almas.